Un cambio silencioso, pero letal Todo empieza con silencio. Con alguien que no parece amenazante, que observa más de lo que habla, que no muestra sus cartas —ni literal ni emocionalmente—. Ese jugador que al inicio pasa desapercibido, que no lidera la mesa ni busca protagonismo, suele ser el más peligroso. Porque mientras los demás juegan, él analiza. Y cuando ataca, lo hace con precisión quirúrgica. El jugador inteligente no se define por cuántas manos gana, sino por cómo las gana. Su fuerza no está en el azar, sino en el enfoque. Es un depredador paciente, que primero aprende a …
De observador a depredador: el perfil del jugador inteligente
